Es una condición devastadora. La ansiedad por separación lleva a los perros a destruir sus hogares, ladrar hasta que los vecinos se quejan e incluso a herirse a sí mismos producto del pánico.
Causa gran preocupación y estrés a los dueños, destruye sus finanzas al tener que reemplazar alfombras, muebles y marcos de puertas y rompe sus corazones al ver a sus perros sufrir. Causa temor a los entrenadores, quienes saben que los antecedentes de resolución exitosa de casos de este tipo han sido desalentadores hasta ahora.